LECTURA COMPLEMENTARIA
8° A,B Y D
“LA QUINTRALA” MAGDALENA PETIT
07 DE AGOSTO
2013
I.- IDENTIFICAR
-NARRADOR CON DOS EJEMPLOS DEL LIBRO (4 PUNTOS)
-PERSONAJES PRINCIPALES CON DOS EJEMPLOS DEL LIBRO (4
PUNTOS)
-PERSONAJES SECUNDARIOS CON DOS EJEMPLOS DEL LIBRO (4
PUNTOS)
II.- RECONOCER
-MOTIVO O IDEA PRINCIPAL CON DOS EJEMPLOS DEL LIBRO (4
PUNTOS)
- TRES IDEAS SECUNDARIAS CON DOS EJEMPLOS DEL LIBRO (3
PUNTOS)
III.-
RESUMEN EN 10 LINEAS DE CADA CAPITULO DEL LIBRO
RESPETANDO ESTRUCTURA I,D,C
Esta es una pequeña ayuda para poder
comprender mejor el libro “La Quintrala” de la autora chilena Magdalena Petit.
Todo
comienza con el nacimiento de la Quintrala, en ese momento doña Magdalena
Lisperguer (madre de Catalina Lisperguer y Flores) tiene mucho miedo, ya que
los perros aullaban. Mientras se encontraba asistiendo el parto la esclava
Josefa rezaban para salvar a la madre y a la hija del poder del diablo.
Al
nacer la niña, pequeños gritos salían de ella anunciando lo que venía. La madre
no se salvó por castigo, ya que ella también dañaba a sus esclavos.
El
nombre de la pequeña era Catalina, pero le llamaban catrala y había quedado al
cuidado de Josefa por la muerte de su madre. Cuando catrala tenía 9 años se
realizó una procesión en su pueblo, a ella le gustaba mucho asistir porque la
gente se azotaba por los pecados que había cometido y le encantaba ver el
sufrimiento de las personas, pero su abuela no le quería dar permiso, así que
para lograr lo que quería, la niña comenzó a amenazar con arrancarse el pelo
sino le daban autorización, ya que la abuela no cedía la pequeña se saca un
mechón y la abuela se ve obligada a darle permiso, desde aquí comienza a
notarse el carácter de la catrala.
El
padre de Catalina se llamaba Gonzalo de los Ríos, ella creció con el y en
compañía de su hermana, doña Águeda de los Ríos, quien se casó tempranamente
con un oidor de la audiencia de lima, don Blas Torres de Altamirano. (Recordar
que Águeda era media hermana, ya que era hija del matrimonio anterior de don
Gonzalo)
Don
Gonzalo sabía que su mujer doña Catalina Lisperguer tenía dotes de bruja, ya
que a su suegra y a sus hijas les
llamaban “Las brujas de Talagante”.
El
padre de Catalina se reúne con Fray Pedro de Figueroa (a quien le llamaban “El
Santo” en la ciudad de La
Serena) para pedirle ayuda con su hija, ya que se rehúsa a
confesarse, alegando que no sabe.
Doña
Águeda Flores, abuela de Catalina, se hace cargo de ella en conjunto con
Josefa, esta comienza a hablarle del diablo, pero don Gonzalo se enoja y la
manda a azotar por desobediente, además decide enviarla a la hacienda de
Tobalaba, pero Josefa le pide por favor que no lo hiciera. Pasa un año y la
vuelve a sorprender de nuevo, esta vez no la perdona y la envía a la hacienda
de La Ligua. Catrala se opone, enloquece, pero no le resulta.
Al
tiempo después se enferma, no puede caminar, las piernas se le trababan, en la
noche desvariaba y llamaba a la
Josefa para que le quitara el demonio. La esclava tiene que
regresar para ayudar a Catalina, pero don Gonzalo no está de acuerdo.
Luego
Magdalena se lleva a Josefa y la manda nuevamente a La Ligua. Catrala se vuelve
a enfermar y traen a Josefa de vuelta.
Catrala
es una niña mala, castigaba a los empleados, le gustaba ver sufrir. Un día le
confiesa a su padre que ella quiere ser buena, pero que el diablo le ganaba.
Ante esto su padre decide enviarla donde las monjas agustinas, donde realiza
ejercicios de rezos y además la primera comunión.
Dura
un tiempo, pero vuelve a la casa, ya que se da cuenta que no quería ser monja.
A su regreso Josefa le pide que realicen un pacto con el diablo, ya que ella no
podía espantarlo. “Hacer un pacto es venderle el alma al diablo, pero no
siempre se necesita esto. A ti te bastaría hacerle sacrificios de pecado” dijo
Josefa, esto quiere decir que debemos dejarnos llevar por el pecado en vez de
sujetarlo.
Don
Gonzalo sorprende a Josefa que va a buscar
al negro Manuel para realizar brujerías, este decide azotarla y encerrarla.
Josefa lo maldice y le dice: “cuando se le pega a la Josefa, el diablo se
venga”.
El
padre llega a la habitación de Catalina y la encuentra con convulsiones,
expulsando espuma sangrienta por la boca, moviendo los ojos de un lado a otro.
Don Gonzalo tiene que pedirle a Josefa que sane a su hija.
Catalina
de los Ríos y Lisperguer crece. Era muy hermosa, alta de ojos verdes y pelo
rojo, como el Quintral (nombre de una planta parásita de flor roja), de ahí su
apodo Quintrala inventado, según párese, en los primeros años del siglo XVII,
en el seno de una de las más ricas de chile y emparentada con la alta
aristocracia limeña y santiaguina.
Josefa
y Catalina se dan cuenta que su padre no les permite realizar todos sus planes,
así que deciden planificar su muerte envenenándolo.
Le
avisan a Fray Pedro que don Gonzalo está muriendo, cuando llega a su casa este
ya había fallecido. Aparece también doña María de los Ríos y Encío (hermana de
don Gonzalo) pidiendo justicia, ya que aclara que su hija Catalina lo había
envenenado. Ante esta situación el Padre Figueroa ve llorar a la Quintrala y esta le pide
que la aconseje. Luego le tira un candelabro por la cabeza, cortándole una
oreja, Catalina le pide perdón llorando en el suelo y pegándose cabezazos en el
piso.
Fray
Pedro decide ayudar a Catalina y le propone dar clases de catecismo, pero esta
no dura mucho porque no tiene paciencia con los niños. Ella empieza a necesitar
mucho más del padre, volviendo en su mayor soporte.
Justo
en ese instante el padre Figueroa emprende un viaje y ella comienza
nuevamente a realizar brujería junto a
Josefa para traerlo de vuelta.
Mientras
tanto Fray Figueroa le confiesa al padre Mendoza que no es tan santo como todos
piensan, ya que cuando tenía 18 años estuvo con una mujer por una semana, y que
hoy en día sentía la misma de parte de Catalina. (la mujer que había estado con
él era doña Catalina Lisperguer).
La Quintrala comienza a
desesperarse por la ausencia del padre Figueroa, así que le pide a Josefa que
le ayude a traerlo, pero primero organizan un escarmiento para el Caballero de
Malta. Su nombre era Enrique Enríquez de Guzmán y había hablado muy mal de
ella.
Catalina
lo hace ingresar a su hacienda, lo seduce y lo espera en la bóveda para matarlo
enterrándole una daga. En ese momento llega Fray Pedro.
El
cuerpo del Caballero de Malta lo dejan en la plaza y la Quintrala tiene que
pagar por este crimen. Quien tenía que procesarla era su cuñado el juez de la
audiencia de Lima don Blas de Torres y Altamirano.
El pueblo pide la muerte para la
acusada.
Una
vez en la cárcel Fray Pedro le aconseja casarse y le presenta a su amigo el
Capitán Alonso de Campofrío. Ella se salva de la muerte le dan la
excarcelación.
El
padre estaba realizando una escultura y cuando la termina resuelve llamarla “El
Señor de la Agonía”,
muchas personas le atribuyen la santidad y la capacidad de realizar milagros.
Catalina decide llevarse el cristo a su habitación.
Catalina
se casa con Campofrío y se va a vivir a la hacienda de La Ligua, ya que el
padre le pide tres años de destierro.
La Quintrala comienza a
realizar nuevas fechorías, castiga a sus esclavos de una manera brutal, su
esposo no tiene poder sobre ella.
Un
día decide ver a Fray Pedro y como este no podía ir Catalina viaja. En el
camino Josefa le cuenta la historia de su madre con el Padre Figueroa, ella no
lo podía creer y comienza a sentir fuerte celos, que la hacen apresurar su
viaje para enfrentar al padre.
Cuando
Catalina llega le pide al padre Figueroa que la bese igual como había besado a
su madre, este no acepta y para expresar su rabia pide que retiren al cristo de
su habitación. Desde ese momento su ira fue mayor y su dureza la siguió demostrando
contra los más débiles.
CONTINUAR LA LECTURA, YA FUE MUCHO.
LEAN LO QUE FALTA…
DATOS
ANEXOS
Durante su matrimonio, tuvo un hijo al que pusieron el
nombre de su abuelo, Gonzalo. Pero murió en la infancia antes de cumplir diez
años pese a todos los esfuerzos científicos, religiosos, mágicos y el conocido
pacto diabólico de doña Catalina.
En la hacienda de La Ligua, según se cuenta,
ocurrían los hechos más horribles. A pesar de continuas denuncias, no recibió
castigo alguno porque tenía mucho dinero, siendo pródiga entre jueces y
letrados, además de contar con numerosa parentela en cargos importantes.
Su crueldad llegó a tal
extremo que se produjo una dispersión general entre los indios de la hacienda
de La Ligua,
quienes se fugaron en su mayoría hacia los montes y comarcas vecinas. Aún
entonces doña Catalina consiguió de la Real Audiencia una
provisión para recogerlos. A cargo de esta labor puso a un mayordomo llamado
Ascencio Erazo. Este los prendía y los llevaba a la hacienda. Doña Catalina
presidía el castigo acompañada de su sobrino, don Jerónimo de Altamirano.
En 1660, la Real Audiencia,
ante la magnitud de los hechos, comisionó a su receptor de cámara Francisco
Millán para que hiciese una investigación. Esta alejo de su hacienda a doña
Catalina, a su mayordomo y a su sobrino, a fin de que sus víctimas pudieran
desahogarse de los crímenes cometidos por su patrona.
El comisionado de la Audiencia encontró
plenamente comprobados los delitos cometidos por la encomendadera de La Ligua, por lo que se la
apresó y condujo a Santiago.
Se inicia así proceso al
que ya había sido una vez acusada de parricidio, otra de asesinato y ahora por
la matanza lenta y cruel de su servidumbre. El juicio se llevó adelante con
mucha lentitud, pues las relaciones de doña Catalina seguían contando, al igual
que su dinero.
En los últimos años de su
existencia encontró un auxiliar poderoso a su impunidad en el Gobernador de
Meneses, quien era ávido del dinero de la Quintrala.
Doña Catalina estaba enamorada del padre Pedro Figueroa, que la casó con su
difunto esposo, y este aprovechando la situación conseguía aplacar de gran forma
su instinto asesino y mantenerla por el camino de la fe, pero no todo fue
tranquilo pues ella intentó matarlo en venganza por su matrimonio no deseado.
Doña Catalina llegó a hacer un segundo pacto diabólico para conseguir el amor
del fraile, pero este para resistirse a ella se autoflagelaba y al ver que no
sería capaz de resistir decidió huir de su influjo al Perú, consiguiendo con
esto que ella abandonara completamente la fe cristiana y cometiera un gran
atentado en contra de sus indios provocando la famosa huida de ellos y
obligando al padre a reconsiderar su vuelta, pese a todo él no volvió hasta
enterarse de el arresto de Catalina y su posterior enfermedad, lamentablemente
no alcanzó a confesarla para perdonar sus pecados.
Los
crímenes de doña Catalina de los Ríos y Lisperguer
Los crímenes “conocidos” de doña
Catalina fueron 14:
1.
El inicio de su vida delictual con el alevoso envenenamiento de su padre con
veneno que le dio en un pollo, estando enfermo, alrededor del año 1622.
2. El siguiente
crimen lo perpetuó una noche de mayo de 1624. Invitó a un encumbrado feudatario
de Santiago (del cual no se conoce el nombre) a su alcoba por medio de un
billete amoroso y cuando lo tuvo en sus brazos lo mató a cuchilladas. Culpó del
hecho a una de sus esclavas quien fue ahorcada, siendo inocente, en la Plaza de Armas de Santiago.
3. En otra
ocasión en que el sacerdote Juan de la Fuente Loarte,
vicario general del Obispado de Santiago, se empeñó, en cumplimiento de su
deber, en apartarle del camino que llevaba, doña Catalina intentó
asesinarlo en el sitio con un puñal. En ese momento debe haber contado con 23 o
24 años.
4. En 1633, el
obispo salcedo escribió al Consejo de Indias relatando un atentado llevado a
cabo por doña Catalina y su marido quienes mandaron a un fraile agustino (primo
suyo) y a un negro a matar al cura y vicario Luis Venegas, que adoctrinaba la
zona de La Ligua
y que seguramente representaba un estorbo en su crueldad. El Padre Venegas pudo
recuperarse del feroz ataque.
5. Flagelar y
torturar sin piedad a sus servidores y a los indios de su encomienda, en los
cuales, sin amparo alguno, saciaba las pasiones de su alma, cortando luego las
lenguas a los hombres y los pechos a las mujeres.
6. Matar por
sus propias manos a niños, ancianos, doncellas, a sus capataces de vacas, a sus
mujeres, a sus pastores humildes, sin recibir castigo alguno. Esta maldad y
sadismo se agudizaron aún más en su vejez.
7. Cercenar la
oreja izquierda de don Martín de la
Ensenada, uno de sus amantes.
8. Hacer matar
en presencia de otro galán, un caballero de Santiago, después de amorosa cita.
9. Perseguir
puñal en mano a don Juan de la
Fuente que se atreve a increparle su mala vida.
10. Ordenar palizas contra
civiles y eclesiásticos que se oponen a sus designios.
11. Luego de su segundo
pacto diabólico, ansiosa de sangre manda a llamar a don Enrique Enríquez
Caballero de Malta, un antiguo amante, al cual invita a pasar a una bóveda y
utilizando sus influencias de antigua amante le pide una cruz, símbolo de
su nobleza, a cambio de un beso, este enojado por el rechazo y despechado le
lanza a la cara sus amoríos con el fraile Figueroa, consiguiendo que ella lo
golpeara y luego lo apuñalara en venganza por comentarios en los que se
ensalzaba por aprovecharse de una mujer liviana, refiriéndose a doña Catalina.
12. El asesinato de
ñatucón-jetón, un niño negro, a palos en un arranque de ira repentina y
mantener luego su cadáver insepulto por 15 días.
13. Mientras se seguía el
juicio, cometió el asesinato de una mulata, esclava ajena, de la servidumbre
del capitán Francisco Figueroa. Se ignoran de este último asesinato que hizo
subir a 14 las víctimas “conocidas” de doña Catalina desde su primer crimen.
Leyenda
Cuenta la leyenda que la Quintrala tenía un
crucifijo al cual, en el terremoto de mayo 1662, se le cayó la corona de
espinas hasta el cuello. Además, al tener ese amor imposible con el
Fray Pedro, ella se desquitaba azotando a su Cristo, y se dice que una vez,
mientras lo azotaba, él giró la cabeza hacia ella.
Y que algún tiempo después le juró a
ese mismo Cristo que si la salvaba de la prisión, ella le pondría todos los
días y para siempre dos velas de una libra.
El Cristo la salvó, y aún hoy día se
le ponen las velas al Cristo de la Agonía. Ahora este Cristo se llama el
"Cristo de Mayo", porque para el terremoto de mayo de 1647 todo se
derrumbó en Santiago y solo él se mantuvo en pie con las dos velas encendidas y
la corona de espinas en el cuello.